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¿Reciclaje? La Catedral de Justo Gallego

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Algunos de los sectores dedicados a la cultura visual conocieron la historia de Justo Gallego en el año 2004, cuando el desaparecido comisario Harald Szeemann lo incluyó en su exposición sobre arte contemporáneo español, The Real Royal Trip, que tuvo lugar primero en el PS1~MoMA y a posteriormente en el Patio Herreriano de Valladolid. En ella, nuestro protagonista compartía su obra con otros nombres más conocidos tales como Ana Laura Alaez, Carles Congost, Cristina García Rodero o Sergio Prego.

El conocimiento masivo de Justo Gallego se produciría un año después, en 2005, y gracias a una popular campaña publicitaria de una bebida isotónica —cuya remuneración económica fue reinvertida en su hazaña—. Hoy, y con motivo de su 89 cumpleaños, los programas de actualidad de algunos medios de comunicación han vuelto a recordarlo. Pero, ¿quién es Justo Gallego?

Justo Gallego Martínez nació en la localidad madrileña de Mejorada del Campo en 1925. A la edad de 27 años ingresó en el monasterio soriano de Santa María de Huerta, que se vio obligado a abandonar en 1961 debido a su delicado estado de salud devenido de una tuberculosis. Poco después y tras heredar unos terrenos de sus padres decide comenzar la obra que marcaría, y continua marcando, su vida: una catedral.

«La Catedral de Justo», como se la llama, no cuenta con un proyecto o planos arquitectónicos que la sustente; de hecho, Justo Gallego no poseía en sus inicios ninguna formación relacionada con la construcción, adquiriendo todos sus conocimientos en los manuscritos y archivos sobre el levantamiento de catedrales y castillos a los que con los años fue teniendo acceso.

El edificio ocupa unos 5.000 metros cuadrados, y actualmente tiene un 35 metros de altura hasta la coronación de la cúpula y 60 metros hasta la de sus dos torres. Cuenta con todos los elementos propios de una catedral clásica tales como cripta, claustro, tribuna o biblioteca, y está dedicada a la patrona de la Hispanidad, la Virgen del Pilar.

Totalmente autofinanciada, la única mano de obra con la que cuenta Justo es su incansable energía, y la eventual ayuda de sus sobrinos y vecinos. La mayor parte de los materiales son donados por empresas y particulares, pero, y sobre todo, son reciclados.

Usa tanto objetos de la vida diaria como materiales desechados por las constructoras y por una fábrica de ladrillos cercana. Para realizar las columnas, por ejemplo, se vale de bidones de gasolina viejos como moldes, para los pilares botes de Cola~Cao que llena de hormigón, y una rueda de bicicleta hace las veces de polea.

Situada, curiosamente, en la calle de Antonio Gaudí, la espectacularidad de sus dimensiones no pasa desapercibida para nadie. Ni siquiera para los medios de comunicación extranjeros, que acuden en masa a conocer al «creador de semejante milagro», como dicen los lugareños —de hecho, son muchos los documentales que se han realizado sobre esta historia, el más conocido El loco de la Catedral, dirigico por James Rogan—.


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